Por: Ivan tcach
A partir de los últimos asesinatos ocurridos en el conurbano bonaerense volvieron a ponerse en escena discursos relativos a la necesidad de aumentar el número de efectivos policiales en las calles. Pero parecen ignorarse los manejos oscuros que ocurren dentro de la fuerza que hace tiempo viene experimentado numerosas purgas y cambios en su cúpula.
El reclamo por mayor seguridad que se escucha por estos días es parecido al que escuchamos en aquel 2004 cuando Juan Carlos Blumberg organizaba actos, en un principio multitudinarios, y se reunía con dirigentes de primera y segunda línea del gobierno nacional y bonaerense para reclamar más seguridad.
En ese entonces, León Arslanian se hacía cargo del ministerio de seguridad de la provincia bonaerense y el diario Página 12, un año después de la asunción, publicaba que con la llegada de Arslanian al Ministerio de Seguridad –auspiciada por el gobierno nacional y con el apoyo de Felipe Solá– “se impuso la estrategia de confrontación total, sin miramientos, con la corrupción policial que rondaba en los secuestros”. El periódico afirmaba que “antes de eso primaba el llevarse bien con los comisarios e intendentes, no hacer olas, no producir choques.
Arslanian pasó a retiro de un plumazo a 37 mandos –comisarios y subcomisarios– de la policía de San Isidro, la capital de los secuestros en ese momento. Además, quedó pendiente sobre la cabeza de los demás oficiales que cualquier sospecha de colaboración con las bandas de secuestradores significaba que perdían el puesto. Voceros de la derecha pusieron el grito en el cielo por la razzia con el argumento de que “el adversario son los delincuentes, no los policías”. La realidad les pasó por encima. El propio Juan Carlos Blumberg estuvo en contra de la purga, pese a que después reclamó –con razón– que todavía falta detener a varios policías que estuvieron relacionados con el secuestro de su hijo.
Al parecer en el 2005, luego de la “limpieza” impulsada por Arslanian, que desbarató a bandas de secuestradores pertenecientes a la fuerza policial, bajó el índice de secuestros y el de inseguridad. Pero los acontecimientos ocurridos en las últimas semanas volvieron a poner en escena el tema con un discurso que reclama “poner más policías”.
El periodista Ernesto Tenembaun, refiriéndose al asesinato de Capristo en Valentín Alsina, manifestó que hay delincuentes que afirman tener complicidad policial y tienen la certeza de la existencia de zonas liberadas para ir a robar. Tenembaum sentenció que nadie quiere hablar mal de la policía, la oposición, que hoy esta representada por la centroderecha, fomenta el discurso de “poner cuanto policía sea necesario para combatir la inseguridad”, que en la actualidad parecen las palabras más “políticamente correctas” y el gobierno tampoco hace críticas hacia la fuerza, sencillamente porque es el encargado de controlarla.
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