Por Graciela Moreno
(en Veintitres)
Carlos Heller es casi un bicho raro en la política. A la hora de presentarse en sociedad como primer candidato a diputado de Capital Federal por el Encuentro Popular para la Victoria, empapeló la ciudad con un afiche que asegura que resiste todos los archivos. Bajo la bendición del kirchnerismo encabeza una lista que reúne a sectores casi impensados como la CGT, la CTA, el Partido Comunista, el Partido Humanista y hasta socialistas.
Si bien no ocupó jamás un cargo público, fue vicepresidente de Boca durante diez años, desde hace 46 años trabaja en el sector cooperativo y hace cinco años preside el Banco Credicoop, donde ingresó de cajero. Hace unos días no dudó en financiarle a través de un préstamo la campaña a Lilita Carrió y a Alfonso Prat-Gay. Es el candidato porteño que tiene la declaración jurada más alta y también es columnista del programa radial de Eduardo Aliverti desde hace catorce años. Le gusta almorzar en Palermo y cenar en Las Cañitas, al mismo tiempo que se define de izquierda y asegura que admira cada vez más al Che y Fidel Castro.
–A veces fue crítico del kirchnerismo, ¿por qué ahora decide apoyarlo?
Sí, claro. Hay muchísimos temas pendientes, pero es necesario sostener, consolidar, fortalecer y mejorar el rumbo iniciado en el 2003. Es difícil avanzar en un proyecto que aspira a mejorar la distribución del ingreso y que quiere librar muchas batallas, si no se cuenta con el apoyo parlamentario adecuado. No se hubiera podido aprobar la reforma provisional, la reestatización de Aerolíneas o de la Lockheed Martin. La falta de apoyo impidió aprobar las retenciones móviles, que más allá de cualquier matiz de discusión tenían un avanzado sentido del Estado participando o introduciendo un factor de derecho de apropiación de la renta extraordinaria que es un tema decisivo en todo lo que viene por delante. Para erradicar la pobreza hay que distribuir la riqueza. No se puede combatir la pobreza sin meterse con la riqueza, y meterse es afectar intereses, y genera tensión y conflictos, inevitablemente. Pese a que no me guste la confrontación y privilegie el diálogo.
–¿Cómo se sostiene la unión de sectores impensados?
Es una experiencia linda, estamos construyendo en serio la unidad, no sólo nos unimos los candidatos sino la gente. El medio vaso vacío no se puede llenar si no se defiende lo de abajo, lo que está lleno, que no se puede vaciar.
–¿Por qué no logró ponerse de acuerdo con Pino Solanas?
Porque Pino habla de la parte de arriba del vaso, pero al mismo tiempo apunta a debilitar la parte de abajo del vaso. Acá hay que ser claro, si a este gobierno le va mal no viene Pino, viene Macri. Entonces hay que apostar a consolidar este proyecto, hay que mejorarlo, discutir lo que falta y no debilitarlo. A veces uno es funcional a determinadas cuestiones, más allá de las intenciones. Hoy el voto a Pino es un voto romántico, poco efectivo. Plantea las cosas que habría que hacer, pero si no consolidamos este proyecto, que es lo que está jaqueado, si a este gobierno le va mal, viene la derecha en el 2011.
–¿Cree que este proyecto está jaqueado?
No, no quise decir eso. Quiero decir que la derecha lo intenta jaquear y maniatar. Hablan del fin de ciclo y dicen “organicemos la transición civilizada, saquémosle la posibilidad de tener mayoría parlamentaria, atémoslo de pies y manos, pongámosle una mordaza y que hagan buena letra de acá al 2011 y nosotros nos preparamos para tomar el gobierno”. La campaña de Macri, De Narváez y Michetti es obscena, en su aviso de 75 segundos claramente se están lanzando a nivel nacional. Pero creo que este gobierno va a salir fortalecido de las elecciones, pese a que ahora se terminó la discusión de las testimoniales y se empezó a hablar de fraude. Le quieren sacar legitimidad al resultado porque prevén que no los va a favorecer, por eso hacen costosísimas campañas.
–Largó con un 3 por ciento en las encuestas y ya está en un 12. ¿A cuánto aspira a llegar?
En algunas llego a 14. Aspiramos a consolidar dos diputados nacionales y tenemos la ilusión de llegar a un tercero, si alcanzamos los 18 puntos. En la medida en que se perfila que esta elección es una suerte de plebiscito sobre el proyecto y se clarifica que la única lista que lo defiende es la nuestra, creo que llegaremos a tres diputados y no es una fantasía pensar en el segundo lugar.–El electorado porteño es difícil.
–Siendo el candidato porteño que tiene la declaración jurada más alta, ¿no piensa hacer lo mismo que De Narváez que invierte en la campaña?
Yo declaré todo lo que tengo, que suma 700 mil pesos. Él dice que tiene una enorme fortuna y que está dispuesto a gastarla en esto. Yo no tengo fortuna, no puedo hacer campaña con mi dinero. Es más, no hacemos una gran campaña porque no tenemos plata ni sponsor. La agencia Braga Menéndez trabaja ad honorem para la campaña. No soy un banquero. Yo no soy poderoso, ni rico, ni dueño de un banco. Yo soy presidente y tengo mandato por un año, me elige una asamblea de 700 delegados. Este año, mi mandato termina en octubre; si me reeligen, ejerceré ambas funciones.
-¿Opina que debe peronizar o no peronizar su campaña?
¿Quiere decir usar símbolos peronistas? Ni una cosa ni la otra. Es legítimo que los peronistas hagan campaña con sus símbolos, una coalición como la que nosotros formamos supone una sumatoria de identidades diversas y un respeto enorme a todas.
–¿O sea que no se lo escuchará cantar la Marcha Peronista?
No, yo escucho la Marcha con el respeto que hay que escucharla, me parece bien que los que tienen identidad la canten. No tendría sentido que yo lo haga porque sería una impostación de personalidad. Nadie me pidió que cambie mis convicciones para integrar la lista. Yo soy de izquierda, tampoco comunista como algunos ignorantes creen. Por lo tanto no me tengo que disfrazar de peronista, integro una coalición con los justicialistas y me llevo muy bien.
–¿Cómo está su relación con Miguel Bonasso?
No lo veo desde hace unos meses. En lo personal está perfecta, en lo político tenemos visiones diferentes. (Aníbal) Ibarra y Bonasso me convocaron para hacer Diálogo por Buenos Aires en el 2007 y me plantearon que ese era el lugar correcto para sostener el proyecto y que no estar en ese lugar era no entender lo que pasaba en la política argentina. Yo estoy en el mismo lugar, ellos se fueron. Tuvieron un sentido de oportunismo electoral, tienen esa idea de que el electorado porteño es antikirchnerista y que tomar posiciones de alianzas o de cercanía al kirchnerismo es piantavotos. El esquema de Ibarra y Bonasso era “tenemos que tener un discurso atractivo para recibir a los desencantados de Carrió”, y yo sostenía que más que en el 2007 hoy hay que trabajar para consolidar este proyecto, pero no para debilitarlo
–¿Cree que los porteños deben tener una policía propia?
Sin duda, la ciudad tiene el mismo derecho que los otros distritos del país a tener su propia policía. Pero advierto que no le hagamos creer a la gente que esto modificará rotundamente el tema de la seguridad porque todos los otros distritos tienen policía propia y no tienen mejores índices de seguridad que la Capital. Además hay que definir quién se ocupará de los delitos federales en el ámbito porteño. No es como dice Macri, que nos den la guita y la policía y no-sotros nos arreglamos. Hay que sentarse a discutir en serio. Hoy Macri sólo destina el 1 por ciento de su presupuesto a seguridad y 0,03 a la prevención del delito. No parece que sea, para él, una preocupación tan grande.
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