“Si eres mujer lo tienes todavía peor,
más desigualdad, ya eres una mas…”
Ska-P
Cuando todavía era diputada de
Si bien en materia de género, tanto en teoría como en la práctica, la sociedad occidental ha avanzado (quizás mucho más de lo imaginado por las feministas de principios del siglo XX), sobran ejemplos que contradicen la postura generalizada de que las mujeres ya no sufren violencia y discriminación, y que se encuentran en pie de igualdad con los hombres. Afiches publicitarios en la vía pública, publicidad gráfica y televisiva, programas de entretenimiento en televisión abierta, son algunos de los ejemplos que desmienten esta postura. A través de los medios masivos de comunicación se exacerba el estereotipo femenino, la violencia en contra del sexo débil, y en algunos casos estas situaciones rozan el acoso sexual (1). Pero principalmente, todo esto acrecienta el concepto de la mujer como objeto, que ha sido la base fundacional del sistema patriarcal. Las mujeres son tomadas como un objeto, no como un sujeto.
Sin embargo, no podemos culpar sólo a los medios de comunicación. No hay que olvidar que detrás de ellos existe la sociedad, que se encuentra afianzada en un sistema patriarcal occidental. Los patrones, estereotipos y valores existentes en este sistema patriarcal se encuentran naturalizados, y se reproducen constantemente. Los medios y la sociedad se retroalimentan. En los diferentes ámbitos sociales las mujeres sufren violencias también. Constantemente se encuentran sometidas al acoso dentro del ámbito laboral, a violencia dentro del ámbito familiar, a discriminación en el trabajo por recibir una paga menor que la del hombre por igual trabajo realizado, además de ser las principales víctimas de la trata de personas (en su mayoría menores de edad).
Para corregir este patrón de desigualdad, el Estado y diversos organismos internacionales han promulgado leyes y han hecho declaraciones de repudio de todos estos actos (2). Evidentemente estos intentos no han sido suficientes. El sistema patriarcal, que sostiene la desigualdad y la diferencia entre hombres y mujeres, sigue existiendo, junto con todas sus implicancias.
Entonces, y por mucho que intenten negarlo, las mujeres siguen conviviendo con un sistema que las pone en pie de desigualdad. Esto no puede reducirse a una cuestión de términos discursivos (‘presidenta’ en lugar de ‘presidente’). Tampoco puede “solucionarse” con leyes sin reglamentación, o con reglamentaciones pobres de las mismas. La situación de humillación a la que son sometidas las mujeres dentro del sistema patriarcal, y las connotaciones y valoraciones negativas que se desprenden de éste, atañen al conjunto de la sociedad. En aras de un sistema justo deben ser eliminadas todas las desigualdades, eso incluye las de género. Conceptualmente el género es una construcción, y si queremos cambiarlo ahí está la oportunidad: sólo debemos desarmar esa construcción. El siglo XXI puede ser enteramente de las mujeres, sólo debemos tomarlo.
2-A modo de ejemplo, en abril del corriente, se promulgó la “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”. Aunque todavía no cuenta con la reglamentación necesaria para su puesta en funcionamiento, esta Ley es un gran avance en la materia.
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