Por Norberto Ganci. Director de El Club De la Pluma.
Rostros expectantes, miradas tensionadas, ansiedad flotando en el aire, todo, todo, sumado a la bronca, la impotencia y el descreimiento acumulados por casi tres décadas. Las especulaciones variadas motivaban las charlas callejeras, no tantas como hubiese sido sano saber…la prensa monopólica hizo su sucio trabajo para desviar la atención durante los cincuenta y nueve días, desde que se inició el juicio en el Tribunal Oral Federal Nº 1 hasta la lectura de las sentencias. Salvo en el inicio y fundamentalmente en el final, en el medio, la ausencia mediática era más que evidente. Otros temas ocupaban grandes espacios. El genocidio perpetrado en nuestro País no es un tema para vender…no es negocio y menos si se tiene la duda que el fallo hubiese sido otro, no vaya a ser que les sea más oneroso ocuparse de la difusión de aquello que inescrupulosamente se pretendió silenciar. No vaya a ser que después les hagan pagar por haber dado a conocer, lo que se ha querido siempre ocultar. Causa Brandalisis, cuatro víctimas, ocho acusados sentados en sus banquillos, bien protegidos y custodiados; una larga procesión de testimonios que daban cuenta del horror padecido en los centros clandestinos de detención, que confirmaron el sistemático accionar de la maquinaria más sanguinaria que se haya conocido en estos últimos cincuenta años. Testimonios que, no sólo afirmaban lo esgrimido por la querella en una causa específica, relataban sobre tantos otros gritos tapados por un silencio impuesto. La contundencia de cada relato, los dolores que afloraban en cada palabra, la impotencia transformada en desahogo y furia, la noche larga en la esperanza de ver claridad en la justicia.
Jueves 24 de julio de 2008, 17,05 hs., luego del ingreso de autoridades nacionales, provinciales, municipales y representantes de organismos de DD.HH., ingresan los integrantes del Tribunal para dictarles las sentencias a los genocidas que ya estaban ubicados en sus lugares.La consigna era no expresarse hasta escuchar la última condena. La tensa expectación se sentía en cada una de las miradas, en cada grito contenido en todos los silencios. Minutos más tarde la consigna fue rota, era imposible no estallar al escuchar la tan esperada “cárcel común, perpetua y efectiva” impuesta al más temido de los genocidas que se haya tenido conocimiento dentro de las diez provincias que ocupaba el 3º Cuerpo de Ejército durante la última dictadura cívico-eclesiástico-militar. Las lágrimas, los gestos mezclados con la euforia y el dolor se hicieron notar. Y luego de cada una de las sentencias se repetía la ansiedad volcada en todos los gritos, gritos que al final se tradujeron en masiva manifestación hacia los personeros del terror, haciéndoles sentir el repudio acumulado durante tantos años y tanto silencio.
Una batalla ganada, tal vez una de las más importantes, pero es sólo una y faltan muchas más. Ésta se viene a sumar a la lograda en Neuquén, donde la lucha de Carlos Fuentealba fue reivindicada con la condena a un sicario del poder político. Pero falta más, mucho más… Tal vez estas sean las bisagras en la historia del desempeño de la justicia en nuestra tierra. Habrá que ver… ¿Cuántos silencios habrá que romper en un grito para que sea valorada la verdad?, ¿Cuántos gritos harán falta para vencer el silencio que imponen “los grandes medios”? ¿Cuántos gritos y silencios faltarán para concientizar a toda la sociedad, para comprender que Los Derechos Humanos son “un” tema de “todos”?
Falta más, mucho más, grandes deudas tenemos para con nuestra sociedad; los excluidos de siempre aún esperan la transformación de nuestra actitud; los desplazados víctimas del perverso sistema aglutinador de riquezas en pocas manos, aguardan que “la justicia” se haga presente validando el derecho a la vida. Como expresa el Dr. Javier Garín en su “Manual Popular de Derechos Humanos”, respecto de ellos: “…nadie puede ser privado de ellos, pero también nadie puede disponer de ellos como si fueran, por ejemplo una cosa susceptible de ser vendida….”, afirmando más adelante: “…la idea de que existen derechos comunes a todos y de que la organización de las sociedades debe ser tal que los mismos no puedan ser avasallados….”. En otro párrafo del mismo libro el Dr. Garín dice: “…el Estado y sus agentes son los responsables por la obligación de respetar los derechos humanos….el Estado tiene la obligación “negativa” de no vulnerar los derechos humanos…también la obligación “positiva” de promover los derechos humanos y el desarrollo de la persona humana y su dignidad….”
En Argentina los derechos individuales y colectivos fueron avasallados inescrupulosamente, el Estado tuvo una responsabilidad mayúscula en ello, pero el resto de la sociedad, en un gran número también fue cómplice con el silencio y la inacción. Cada uno debemos asumir lo que nos corresponde y trabajar para que lo vivido en las décadas pasadas y lo ocurrido últimamente, no sean temas anecdotarios y se conviertan en discusión y acción cotidiana. Sólo de nosotros depende transformar todos los silencios del terror en un grito de justicia lograda, todos los gritos del espanto en un silencio de pasiva esperanza. Sólo de nosotros depende que alguna vez todos los gritos y los silencios sean expresiones de libertad.
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