Fotos: Cristian Pérez
Nicolás Alessio es el cura de la parroquia San Cayetano de barrio Altamira. Desde hace un largo tiempo ha decidido seguir los pasos de los teólogos de la liberación y tener una activa participación en diversos conflictos sociales y luchas populares. Sostiene que a la Iglesia no le molesta quedar pegada a la derecha financiera y se muestra a favor de la Ley de Servicios Audiovisuales.
Todos lo conocen, pero semanas atrás su voz sonó contundente al advertir que le parece “casi inmoral” que Hugo Biolcati y Mauricio Macri hablen de la pobreza, los acusó de ser cómplices en los 90’ de “la exclusión más tremenda” que sufrió el país. Ahora, en esta entrevista Alessio desmigaja el tema de la utilización política que se está haciendo de la pobreza y admite que existe una profunda fragmentación dentro de la institución católica y dice que es imprescindible crear un nuevo modelo de Iglesia.
-¿Por qué creés que algunos sectores de la oposición han elegido por estos días hablar de la pobreza?
-Hoy sin duda, desde muchos sectores, entre ellos la sociedad rural, incluso los monopolios mediáticos u oligopolios, están haciendo uso de la pobreza de una manera hipócrita, porque el único interés que tienen con esto es pegarle al gobierno. Y tienen argumentos, porque la pobreza sigue siendo un problema, la pobreza es un escándalo, la exclusión no se ha resuelto; este gobierno mantiene una estructura económica, una ideología económica que sigue siendo capitalista, y eso favorece la concentración económica. Entonces, la derecha y los sectores concentrados de poder se aprovechan políticamente de este tema tan sensible para la sociedad que es la pobreza.
-¿Por qué creés que algunos sectores de la oposición han elegido por estos días hablar de la pobreza?
-Hoy sin duda, desde muchos sectores, entre ellos la sociedad rural, incluso los monopolios mediáticos u oligopolios, están haciendo uso de la pobreza de una manera hipócrita, porque el único interés que tienen con esto es pegarle al gobierno. Y tienen argumentos, porque la pobreza sigue siendo un problema, la pobreza es un escándalo, la exclusión no se ha resuelto; este gobierno mantiene una estructura económica, una ideología económica que sigue siendo capitalista, y eso favorece la concentración económica. Entonces, la derecha y los sectores concentrados de poder se aprovechan políticamente de este tema tan sensible para la sociedad que es la pobreza.
-¿La Iglesia también?
-Entre esos sectores está la Iglesia. Y aquí la hipocresía no tiene que ver tanto con el derecho a hablar de los pobres, porque si hay una institución que bien o mal ha estado cerca de los pobres es la Iglesia. Y digo bien o mal porque a veces ha estado de una manera meramente asistencialista. Tratando en todo caso de solucionar lo inmediato pero nunca buscando las razones y las causas ideológicas de la pobreza. Pero el problema es que hoy el discurso eclesiástico queda muy pegado, y yo sospecho que no le molesta, a estos otros sectores de la oligarquía, de la derecha financiera, de un Macri, de un De Narváez, de una Sociedad Rural. Y la prensa, el Grupo Clarín para nombrar uno con toda claridad, saber usar una conferencia como la que hizo días atrás el cardenal Bergoglio, eligiendo algunas frases del discurso para decir “ves, la Iglesia también dice lo que decimos nosotros”. Qué quiero decir con esto, que por un lado reconozco que la Iglesia tiene un discurso muy pobre, y a veces incluso cómplice cuando habla de la pobreza, porque no ataca las cusas de la pobreza, pero que por otra parte la derecha es muy hábil, como en este caso, para usar los dichos del cardenal Bergoglio a su favor. Yo he leído todo el discurso de Bergoglio y lo que dice es indiscutible. Pero claro, leer ese discurso en este contexto, cuando anteriormente Bergoglio y (Jorge) Casaretto habían usado el tema de la pobreza para decir “esto es lo importante, no la discusión de los medios”, entonces es un discurso que se presta, y me parece que a Bergoglio no le molesta, a que sea usado como titular de Clarín.
-¿Solamente no le molesta o existe otra intención al hacerlo?
-Creo que no le molesta que lo use la derecha. No sé si lo hace a propósito, me inclinaría a pensar que sí. ¿Cuál es el problema del episcopado nuestro con este gobierno? Que este gobierno es progresista en temas sensibles para la Iglesia, como lo es el análisis de la historia de la dictadura militar, los temas relacionados a la salud reproductiva, la posibilidad de una ley de despenalización del aborto o del consumo de drogas. Estos temas ponen los pelos de punta a los obispos y entonces los obispos ven con agrado y se suman, no de manera ingenua, al discurso de la derecha para socavar al gobierno. Lo que no me gusta es que por ejemplo Clarín o Cadena 3 titulen “la pobreza es un escándalo y la nación no hace nada por resolverlo”, porque esa frase daría la impresión de que fue un palo directo al gobierno, y si vos leés todo el discurso, no es directamente un palo al gobierno sino que lo dice como una generalidad. Entonces digo que la prensa lo usa, y bueno él se deja usar y probablemente no le disgusta. De hecho, aparecer con (Sergio) Bergman y la Chiche Duhalde, bueno, hay que tener estómago para estar ahí.
-Si se mira en perspectiva, son muy puntuales los momentos en que aparecen determinadas declaraciones y queda la sensación de que hay directamente una utilización de la pobreza.
-Yo creo sí. Más allá de este discurso puntual de Bergoglio, si uno hace una mirada general, yo creo que sí. Cuando la Iglesia sale a hablar de la pobreza y monseñor Casaretto también, no sólo Bergoglio, sabe que la está usando para pegarle al gobierno, lo saben perfectamente. Lo saben y lo hacen. Y saben que es un tema delicado, un tema sensible que preocupa a la gente.
-Parecería existir una fragmentación muy marcada entre distintos sectores de la Iglesia, ¿es así?
-Bueno, yo creo que hoy en la institución (los obispos, la jerarquía, el pueblo fiel cristiano) hay rupturas que se dan en la mayoría de los temas, y se dan muchas veces de manera dramática. Gente que no renuncia a su fe cristiana, pero que no quiere saber nada con la jerarquía. Se da en los temas teológicos, en los bíblicos, en los de moralidad sexual, en los temas políticos. Esta fractura se da sin virulencia, pero son rupturas muy profundas. De hecho acá en Córdoba nos estamos reuniendo un grupo de curas en actividad y otros curas que no están en actividad, y ahí hemos expresado claramente que queremos otro modelo de Iglesia. Y la adhesión de una enorme cantidad de gente común que adhiere a esta idea de ser una Iglesia diferente, de pensar otro modo de vivir la fe, recorre el país a lo largo y a lo ancho, y recorre en definitiva toda Latinoamérica.
-Otro tema que divide posicionamientos es el de la Ley de Servicios Audiovisuales, ¿cuál es tu punto de vista acerca de esto?
-A la ley vigente hay que cambiarla, esto es obvio, es evidente, y ésta es una oportunidad buenísima. Yo estoy a favor de que se apruebe la ley, por más de que pueda tener algún artículo que haya que discutir. Quién puede dudar que los medios de comunicación tienen hoy en un poder tremendo, fuertísimo; y que si eso es monopólico entonces estamos condenados a una sola voz, o a cuatro o cinco. Yo estoy convencido de que el poder financiero ha usado como ariete a los medios de comunicación para instalar sus políticas. En Latinoamérica no hubiera sido posible instalar el discurso neoliberal sin el apoyo mediático. Las consignas del neoliberalismo, los engaños del neoliberalismo no hubieran sido posibles de no ser por la influencia mediática.
-¿Por qué creés que la ley de educación sexual generó tanto revuelo? El arzobispo de La Plata dijo incluso que tiene contenidos "neomarxistas".
-Hay un sector de la Iglesia, muy de la derecha eclesiástica, y los obispos se suman mucho a este discurso, que en todos los temas de sexualidad quieren tener la última palabra. De hecho nunca se van a oponer de lleno que haya educación sexual en las escuelas, lo que les preocupa en realidad es perder la hegemonía de la palabra en estos temas. “Nosotros somos los que le tenemos que enseñar a los pibes lo que está bien y lo que está mal; cuándo y cómo se puede gozar y cuándo y cómo no. La Iglesia quiere hablar como la única voz autorizada. Con un discurso que en mi opinión es retrógrado, moralista, anacrónico, prejuicioso. Y en esa disputa estamos. Claro que en estos temas se nota más, pero la Iglesia en todos los temas quiere ser la voz autorizada. Y más a partir de este papa, Benedicto XVI, que está convencido de que la verdad es un don que Dios le dio a la Iglesia y que la Iglesia se lo tiene que dar al mundo. Ése es un esquema muy jodido. Pero a mí me parece fantástico que el Estado abra las puertas en este tema, que la cuestión se debata, que entren muchas voces.
-¿Cuál es tu postura respecto de la posibilidad de despenalizar el aborto?
-Con todo lo complejo, sensible y urticante que es el tema, yo creo que es claro que si se mueren los pobres por abortos clandestinos, esto tiene que tener un remedio. No es justo que se pueda hacer un aborto quien tiene dinero, con todos los cuidados, y que mueran los pobres porque no lo puedan hacer, porque es clandestino, porque no hay dinero, porque el Estado no lo permite, porque se los persigue. Yo en general estoy en contra de todo lo que sea control y prohibición. Prefiero que haya error por libertad, a que haya acierto por prohibición. Creo que a la larga las personas y las sociedades maduran más incluso en el error que puedan cometer.
-¿Por qué la Iglesia sigue siendo una institución tan machista?
-Es machista, patriarcal, jerárquica, dogmática. Más allá de todos los esfuerzos que desde el 60’ para acá se vienen haciendo desde algunos sectores para cambiar, para adecuarse al mundo, para escuchar otras voces, hoy el lugar que ocupa la mujer sigue siendo muy secundario. En una institución donde la mayoría de las que colaboran son mujeres, que la mujer no tenga una voz importante dentro de esa comunidad, bueno, te está indicando que algo está funcionando mal. Y la dureza, la manera intransigente de decir no al sacerdocio de las mujeres es… porque el sacerdocio es el lugar de poder de la Iglesia. Y bajo esa concepción de decir “acá la mujer no entra”, es simplemente decirle que acá no manda; que puede ayudar, colaborar, que se las va a escuchar, que se las va a respetar, pero que acá mandan los hombres.
-¿No es contradictorio que en una institución basada en la fe prepondere de tal modo la burocracia?
-Es un debate que tenemos en este grupo de curas y curas casados. Nosotros no es que pretendamos que el episcopado se convierta, nuestra lucha es para crear un espacio para los muchos que sienten que quieren vivir su fe y no encuentran ese lugar en este modelo de Iglesia. Y queremos mostrar que hay otro modelo, menos burocratizado, más humanizado, más simple, más cercano a la gente.
-Es un debate que tenemos en este grupo de curas y curas casados. Nosotros no es que pretendamos que el episcopado se convierta, nuestra lucha es para crear un espacio para los muchos que sienten que quieren vivir su fe y no encuentran ese lugar en este modelo de Iglesia. Y queremos mostrar que hay otro modelo, menos burocratizado, más humanizado, más simple, más cercano a la gente.
-Pero para crear otro modelo de Iglesia, ¿no es inevitable el conflicto?
-Sí, el choque es inevitable, el conflicto con la autoridad eclesiástica es inevitable. Lo que decía es que no tenemos como prioridad un problema eclesial. Nuestra prioridad hoy es estar al lado de los excluidos, al lado de las víctimas, ser fieles a un evangelio que tiene que ser liberador, concientizador. Ahora, esto tarde o temprano nos va a enfrentar contra esta Iglesia que no quiere este discurso.
-¿Qué propuestas tienen para ese nuevo modelo de Iglesia?
-Muchísimas. Por lo pronto hay que plantear otra manera de evangelizar. No podemos evangelizar al estilo de “yo tengo la verdad y vos me la tenés que creer”. El mensaje no puede ser desde un lugar de hegemonía de la verdad, sino que debemos evangelizar en un diálogo interreligioso. Para nosotros por ejemplo todos los dioses son verdaderos. Y tiene que haber otra manera de celebrar. La gente necesita rezar a sus muertos, dar gracias por el nacimiento de sus hijos, pero hay que celebrar de otra manera. La Iglesia no puede seguir manteniendo ritos que la gente no entiende, que son lejanos de la vida. Y otra manera de vivir la comunidad, no como una monarquía, sino una comunidad circular, democrática, podríamos decir.
-¿Para concientizar a la gente es necesario hablarle de política?
-Absolutamente. Cuando digo “otra manera de evangelizar”, uno de los puntos es no disociar la fe: Dios, el cielo, Cristo, de los problemas concretos: la tierra, el hombre, la pobreza, la sociedad, la política. Si yo me quedo con un discurso angelical y no termino de encarnarlo en la realidad, voy a sostener una fe alienante. La iglesia tradicional ha fomentado una obediencia casi infantil. Nosotros proponemos una fe absolutamente adulta y madura. Hay que tomar partido hacia los más pobres y esto es lo más genuino del evangelio. Es lo que en su tiempo hizo Jesús en toda la corriente profética. Jesús no fue sacerdote, Jesús fue profeta, empecemos por eso. La corriente profética se paraba frente al rey, frente a los jueces, frente a los príncipes y frente a los sacerdotes del templo y les decía: “ustedes están, en nombre de Dios, jodiendo al pobre, al huérfano, a la viuda, al esclavo”.
-¿Por qué razones ha fomentado esa “obediencia casi infantil”?
-Porque prefiere tenerlos cautivos en el templo y no militando en la calle. La Iglesia prefiere tener una masa de fieles obedientes que no cuestione, que no se involucre, y en todo caso sí sacarla a la calle, como ocurrió con la ley de divorcio: ahí no tuvo ningún empacho de sacar hasta las monjas a la calle para manifestarse en contra. Y todo esto en el fondo termina desvirtuando a la fe, porque una fe que no termina en compromisos concretos, en acciones transformadoras, termina siendo una fe vacía, una alienación más. Es una fe alienada, que se queda mirando al cielo y no se compromete con la realidad, con la historia, no se compromete con nada. Y la Iglesia prefiere eso, que los obispos hagan política y que los fieles se queden rezando en el templo.
-¿Cómo ves la situación política en Argentina?
-Fascinante aunque muy compleja. Fascinante porque estamos en una etapa en la que cayó el discurso de la década del 90’, en lo económico, en lo social, en lo cultural, y que permite que podamos hablar de algunos temas de los cuales no se podía hablar. Porque además los dos partidos tradicionales están heridos, no sé si de muerte, pero sí heridos. Y hay espacio para crear algo nuevo. Entonces es un contexto apasionante. Yo sigo muy de cerca a Pino Solanas, estoy trabajando con él, integro la mesa de Proyecto Sur Córdoba. Aún no tenemos en Córdoba la personería, pero estamos creciendo mucho.
-¿Te abriste del juecismo?
-No, y eso me trae algunas tensiones. Tensiones positivas. El juecismo representa para mí en Córdoba la única opción al bipartidismo. Me refiero a opción concreta de poder. Y Proyecto Sur representa un genuino programa con contenidos, con ideas, transformador. Uno tiene lo que al otro le falta y viceversa.
-Pero son muy distintos los discursos de uno y de otro.
-Mirá, Juez es muy ambiguo. En el tema del campo estaba claramente aliado… Cuando se subió al tractor fue una foto nefasta. Después del 28, intentó un discurso de acercamiento al tema de la pobreza. Pero ahora con este tema de la ley de radiodifusión volvió a quedar pegado de nuevo a la derecha, así que no sé en qué va a terminar. Yo creo que el Frente Cívico, una de las tareas pendientes que tiene es su definición ideológica. No se puede seguir en esta ambigüedad de ir según por dónde van los vientos. Si no, esto se derrumba.
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