15 mar 2010

Piñera: El empresario militar

Por Alfredo Grieco
(Revista Veintitres)
Cuando la derecha chilena festeja, se parece a una versión estilizada de la izquierda. Porque Chile se enorgullece de ser un país sin populismos. Las tecnocumbias de campaña –muy poco agresivas, muy poco rítmicas, muy poco pegadizas– sonaron en la asunción del primer presidente derechista que Chile eligiera desde 1958.
Los banderines que flamearon, producidos en algún taller del candidato presidencial Sebastián Piñera, lucían nuevos y limpios, como la renovación que el empresario ha hecho suya en su partido, Renovación Nacional, y que le parece más urgente que nunca después del terremoto.
Consecuente con los bustos de Augusto Pinochet que salieron a las calles con su triunfo electoral, Piñera anunció que mantendrá al ejército vigilando las calles por tiempo indefinido y que prolongará el “estado de catástrofe”.“Vamos a dejar desplegados los militares, en primer lugar para que garanticen el orden público”, sostuvo en una entrevista radial el megamagnate presidente, dueño de Lan Chile, que tomó la conducción nacional el jueves.
“La labor de los militares debe ir mucho más allá, ya que por esencia son una institución que tiene una serie de herramientas e instrumentos muy apropiados en tiempos de catástrofe”, justificó. Piñera, tras aprovecharse para condenar por primera vez al gobierno de la Concertación que le entregó el poder, y a la persona de la presidenta socialista Michelle Bachelet, por la supuesta lentitud con que sacó a los militares a las calles, valoró el aporte de los uniformados ante la catástrofe, que sacudió una extensión de 1.600 kilómetros.
“Los militares tienen una logística, un personal capacitado, entrenado y disciplinado. Tienen también un equipamiento que permite recuperar con mucha mayor rapidez la normalidad”, se pronunció el hombre de una fortuna propia superior a los mil millones de dólares, que nunca hizo un mal negocio en su vida y que la revista Fortune ostenta entre los nombres de los más ricos del mundo.
El despliegue de los militares, resistido inicialmente en el gobierno según algunos ministros, se convirtió luego en el reiterado clamor de civiles, alcaldes y radios, en especial en las zonas más devastadas. Las olas de saqueos a comercios revelaron la deuda social de Chile, un país de unos 17 millones de habitantes, con ingresos per cápita de 14.400 dólares, pero donde el promedio de la población subsiste con unos 300 dólares al mes.
La incapacidad de la policía para contener a quienes buscaban en la emergencia provisiones que el Estado tardaba en suministrarles obligó finalmente a la presidenta Michelle Bachelet a ordenar el despliegue de las fuerzas armadas en las calles.
Pero esto ocurrió recién unas 36 horas después de la tragedia.Tanques blindados y camiones militares con contingentes de tropas uniformadas ingresaron en las ciudades que se habían vuelto más caóticas y lograron imponer el orden, en algunos sectores empobrecidos a tiros. Pero las fuerzas armadas también se vieron fuertemente cuestionadas por la sumatoria de varios errores, pese a los miles de millones de dólares invertidos en modernizarlas desde 1990, cuando ocurrió el retorno a la democracia.
El mayor error que se les achaca fue que la Marina asegurara al país que no había riesgo de tsunamis. Sólo una hora después, olas de hasta quince metros hicieron desaparecer cientos de casas y decenas de pueblos.
Muchos se preguntan de qué sirven al país cientos de tanques Leopard A1 y A2, decenas de cazabombarderos F16 y una marina de guerra completamente nueva, si no es capaz de mostrar fuerza operativa en su propio territorio.Chile, aparentemente, lo tenía todo. Ahorros fiscales por 20.000 millones de dólares, inflación controlada, una reactivación fuerte en progreso y vínculos privilegiados con los principales grupos económicos del país, entre los cuales están desde luego los del nuevo presidente Piñera.
El terremoto de proporciones récord y el posterior tsunami que asolaron el país desde el 27 de febrero cambiaron dramáticamente la escenografía de lo que el dueño de Colo Colo y de Chilevisión anhelaba como espectáculo más o menos apoteótico. Los próximos tres años, la prioridad deberá ser la reconstrucción.
Los primeros días después del terremoto, Piñera incluso resistió la evidencia. “Mi gobierno cumple sus compromisos”, declaró y rechazó que readecuaría su programa. Pero horas después sucumbió ante la enormidad del daño causado por la naturaleza, que suma pérdidas de 4.800 millones de dólares sólo en hospitales y obras públicas. Nadie sabe todavía cuál será el costo de reparar además colegios y viviendas.
Una estimación inicial habla de dos millones de damnificados.La crisis, aún en su fase de emergencia sanitaria y alimentaria, obligó a quien se había autoproclamado el profeta del cambio durante la campaña electoral a volverse un conservador.
Y en este caso significó conservar a un gobierno de centroizquierda: Piñera, después de asumir el poder el 11 de marzo, tuvo que pedir a la presidenta Michelle Bachelet que le permitiera mantener a su equipo de gobierno.

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