“Uno de los derechos más preciados del ser humano es el de comunicar libremente sus ideas y opiniones. En las sociedades democráticas, la libertad de expresión no solo es una garantía, sino que va acompañada de otro derecho fundamental: el derecho a estar bien informado. Ahora bien, la concentración de los medios de comunicación mediante la fusión de periódicos antes independientes en el seno de grupos que se han convertido en hegemónicos ponen en peligro ese derecho. ¿Deben los ciudadanos permitir este atentado contra la libertad de prensa? ¿Pueden aceptar que la información se convierta en una simple mercancía?”
Ignacio Ramonet
Ignacio Ramonet
Por Matias Destefanis
Hace unos días, mientras observaba un diario cordobés, me llamó la atención un chiste en el que dos personajes cómicamente planteaban una interesante reflexión. Uno le preguntaba al otro: “¿Cuándo terminará este conflicto?”, a lo que el último le respondía: “cuando los medios nos quiten la cámara”.
El humor, que cuenta con el magnífico poder de decir y sugerir en pocas palabras muchas otras, puso al descubierto un tema que merece ser tenido en cuenta y que es de gran importancia en un sistema democrático: el rol y la participación de los medios de comunicación ante un conflicto social y político. En este caso, el del gobierno con el sector rural.
Cuando han pasado más de cien días de disputas, confrontaciones, intereses y reclamos entre el poder político y el sector agrario, los medios de comunicación – importantes formadores de la opinión pública e instrumentos indispensables para la pluralidad de opiniones en las sociedades democráticas – han desempeñado un papel poco oficioso y lleno de parcialidades.
Digo esto, porque no es difícil vislumbrar en la construcción mediática del conflicto, la separación de dos grandes bloques que simplifica y parcializa el problema. Por un lado, un grupo netamente opositor al gobierno que toma posición, explícita o implícitamente, a favor del sector rural. Mientras que desde el otro, medios oficiales o favorables al gobierno, difunden el contenido noticioso como portavoz del mismo.
En una situación como esta - cuando un asunto social y político es complejo - se hace difícil reducir los intereses en dos bandos opuestos y a su vez situarse en algunos de los mismos. Esto hace que sólo se perciban dos bloques diferenciados – blanco o negro –, y no puedan vislumbrarse los “grises” que matizan y conforman el conflicto. Así, la mirada aguda y crítica del periodismo se convierte en una mirada miope, difusa, que sólo puede observar por contrastes, por distinciones, por oposiciones y optar entre uno y otro.
Relatar la realidad de esta manera ayuda muy poco a entender las cosas, y provoca grandes lagunas informativas en la sociedad, vulnerando uno de los derechos fundamentales del ser humano: el derecho a estar bien informado.
En este sentido, lo que parecen ser varios conflictos simultáneos y superpuestos, son reducidos a uno solo de buenos contra malos (no importa en que lugar uno se posicione porque ambos sectores emplean la misma lógica) utilizando categorías de análisis reduccionistas, simplistas e insuficientes, que no abordan la complejidad de la trama.
De esta manera, cada sector de intereses en el conflicto campo-gobierno cuenta con la “colaboración” de medios aliados (también movidos por intereses de diversa índole) que toman posición a favor o en contra, atacando y deslegitimando, lo que implica sólo reproducir los intereses de los intereses y no ofrecer un análisis real y pertinente que de cuenta de la complejidad del asunto.
Así, la audiencia, el cuerpo social receptor de los medios de comunicación, se sitúa en la disyuntiva sobre el lugar en que debe posicionarse, a quien apoyar, en vez de adoptar un punto de vista constructivo, razonable, propio, independiente, que genere una visión más realista y menos parcializada de la temática.
Esta labor periodística, lejos de estar cerca de la ética profesional, no ayuda a resolver ni reducir los problemas sociales, y mucho menos a crear una realidad que fomente el compromiso social en base al consenso y el acuerdo. Y es aquí, donde me parece importante rescatar las palabras de Noam Chomsky, uno de los pensadores más citados del mundo (superado sólo por Aristóteles, la Biblia, Shakespeare, Marx, Lenin y Freud), cuando dice que “esta instrumentalización de los medios para lograr fines propios, o cuanto menos parciales, alejados del bien social, se da por una total subordinación de los medios de comunicación al servicio de los grupos de poder”. Por lo tanto, propone la lectura de muchos diarios de distintas líneas para formarse una opinión más clara, y a su vez reclama en los medios “la presencia de intelectuales independientes, con libre pensamiento, sin sujeción a intereses económicos y privados” que sirvan para el desarrollo de la audiencia, para que esta pueda pensar por sí misma, y que participe libremente del proceso de la información. Cualidades democráticas que a los grupos de poder no les conviene, y que en nuestro país todavía siguen dejando destello de su ausencia.
Entonces, se nos torna obligado reflexionar sobre la realidad que queremos y la que, por el contrario, es producida por y desde los medios. ¿Será la única salida que nos queda, perder dos o tres horas del día leyendo la misma noticia en distintos medios, o en todo caso, replantear nuevas formas de consumir y participar en la producción y recepción de información? Es un asunto que nos queda por resolver, siempre y cuando pretendamos un tipo de sociedad libre, justa, construida en base al consenso, y no mediante la imposición de intereses privados.
El humor, que cuenta con el magnífico poder de decir y sugerir en pocas palabras muchas otras, puso al descubierto un tema que merece ser tenido en cuenta y que es de gran importancia en un sistema democrático: el rol y la participación de los medios de comunicación ante un conflicto social y político. En este caso, el del gobierno con el sector rural.
Cuando han pasado más de cien días de disputas, confrontaciones, intereses y reclamos entre el poder político y el sector agrario, los medios de comunicación – importantes formadores de la opinión pública e instrumentos indispensables para la pluralidad de opiniones en las sociedades democráticas – han desempeñado un papel poco oficioso y lleno de parcialidades.
Digo esto, porque no es difícil vislumbrar en la construcción mediática del conflicto, la separación de dos grandes bloques que simplifica y parcializa el problema. Por un lado, un grupo netamente opositor al gobierno que toma posición, explícita o implícitamente, a favor del sector rural. Mientras que desde el otro, medios oficiales o favorables al gobierno, difunden el contenido noticioso como portavoz del mismo.
En una situación como esta - cuando un asunto social y político es complejo - se hace difícil reducir los intereses en dos bandos opuestos y a su vez situarse en algunos de los mismos. Esto hace que sólo se perciban dos bloques diferenciados – blanco o negro –, y no puedan vislumbrarse los “grises” que matizan y conforman el conflicto. Así, la mirada aguda y crítica del periodismo se convierte en una mirada miope, difusa, que sólo puede observar por contrastes, por distinciones, por oposiciones y optar entre uno y otro.
Relatar la realidad de esta manera ayuda muy poco a entender las cosas, y provoca grandes lagunas informativas en la sociedad, vulnerando uno de los derechos fundamentales del ser humano: el derecho a estar bien informado.
En este sentido, lo que parecen ser varios conflictos simultáneos y superpuestos, son reducidos a uno solo de buenos contra malos (no importa en que lugar uno se posicione porque ambos sectores emplean la misma lógica) utilizando categorías de análisis reduccionistas, simplistas e insuficientes, que no abordan la complejidad de la trama.
De esta manera, cada sector de intereses en el conflicto campo-gobierno cuenta con la “colaboración” de medios aliados (también movidos por intereses de diversa índole) que toman posición a favor o en contra, atacando y deslegitimando, lo que implica sólo reproducir los intereses de los intereses y no ofrecer un análisis real y pertinente que de cuenta de la complejidad del asunto.
Así, la audiencia, el cuerpo social receptor de los medios de comunicación, se sitúa en la disyuntiva sobre el lugar en que debe posicionarse, a quien apoyar, en vez de adoptar un punto de vista constructivo, razonable, propio, independiente, que genere una visión más realista y menos parcializada de la temática.
Esta labor periodística, lejos de estar cerca de la ética profesional, no ayuda a resolver ni reducir los problemas sociales, y mucho menos a crear una realidad que fomente el compromiso social en base al consenso y el acuerdo. Y es aquí, donde me parece importante rescatar las palabras de Noam Chomsky, uno de los pensadores más citados del mundo (superado sólo por Aristóteles, la Biblia, Shakespeare, Marx, Lenin y Freud), cuando dice que “esta instrumentalización de los medios para lograr fines propios, o cuanto menos parciales, alejados del bien social, se da por una total subordinación de los medios de comunicación al servicio de los grupos de poder”. Por lo tanto, propone la lectura de muchos diarios de distintas líneas para formarse una opinión más clara, y a su vez reclama en los medios “la presencia de intelectuales independientes, con libre pensamiento, sin sujeción a intereses económicos y privados” que sirvan para el desarrollo de la audiencia, para que esta pueda pensar por sí misma, y que participe libremente del proceso de la información. Cualidades democráticas que a los grupos de poder no les conviene, y que en nuestro país todavía siguen dejando destello de su ausencia.
Entonces, se nos torna obligado reflexionar sobre la realidad que queremos y la que, por el contrario, es producida por y desde los medios. ¿Será la única salida que nos queda, perder dos o tres horas del día leyendo la misma noticia en distintos medios, o en todo caso, replantear nuevas formas de consumir y participar en la producción y recepción de información? Es un asunto que nos queda por resolver, siempre y cuando pretendamos un tipo de sociedad libre, justa, construida en base al consenso, y no mediante la imposición de intereses privados.
*Fotografía: Cristian Pérez
4 comentarios:
Chicos,me parecen super interesantes sus textos. Ya leí todos y me gustaron mucho.
Esto me parece que ya lo leimos...
Sí, ya lo leímos y además huele a refrite de un tal Habermas.
En base a los comentarios sobre "esto ya lo leímos", que no entiendo si hace alusión, a que el desarrollo de la idea expuesta en la nota ya fue hecho, o a un posible plagio (¿?); quiesiera que me expusieran información o datos sobre el contenido de su opinión... Me intersa saber de donde viene, "eso ya lo leímos".
Por otra parte, a la hora de pensar la realidad, es bueno hacerlo desde un punto de vista teórico, que ayude a entenderla en su complejidad, y Habermas junto a otros autores, ayudan a repensar, interpretar, reflexionar, sobre este tipo de situaciones. Igualmente, la nota no tuvo basada en el pensamiento de Habermas, aunque pueda haber aspectos, similitudes, influencias, en algunos puntos con lo desarrollado por el autor en sus escritos; y que pueden haberse hecho visibles en mi redacción, porque lo he estudiado. Lo mismo puede llegar a pasar con otros autores. (Es como criticar a cualquier sociólogo que piense la sociedad en base a la cuestión de clases, de refreír a Marx; o a otro que aluda al inconsciente, de refreír a Freud).
Saludos, y gracias por transmitir su opinión. Me parece importante aclarar este tipo de situaciones, que pone en duda la honestidad en la labor y la construcción de la opinión.
Matías Destéfanis (Gen Periodístico)
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