Por Daniel H. Vaca Narvaja
Tras caminar un rato por las tranquilas calles del barrio porteño de Almagro, atravesando el sonido del tango y de la cumbia, de pájaros y de trenes, se llega al IMPA, la primera fábrica recuperada de Argentina. Una puerta que pasa casi desapercibida, cien escalones metálicos y un par de pasillos llevan sin escalas al epicentro de la 8va Feria del Libro Independiente y A (Autónoma, Autogestiva, Amiga, ¿Anarquista?), la FLIA.
Espacio que surge, hace algunos años, como una manifestación de “contra-feria” a la Feria del Libro masiva y tradicional (y quizás, diría alguno, “comercial”) de todos los años en Capital Federal. No solamente la feria se mantiene en el tiempo, sino que va creciendo, realizándose, cada dos o tres meses, en distintos lugares de la ciudad de Bs. As. Con entrada libre y gratuita se encuentran materiales en exhibición como Discos, libros con los más variados formatos, fotografías, velas, carteles, etc. De precios muy baratos y material que muchas veces se regalan al visitante. El ambiente es alegre y libre, con diálogos floreciendo aquí y allá, pero sobre todo muchas risas. Los artistas y artesanos de la imagen y la palabra que tienen sus puestos están dispuestos a relatarnos de que se trata lo que exhiben, el por qué de su trabajo/lucha y, como sería del beneplácito de cualquier “fan” de los libros. Conocen del principio a fin aquello que regalan o venden, pues ellos mismos lo producen. Política y Arte se entremezclan en las publicaciones, algunas de gran calidad, y en su mayoría, inhallables en los circuitos comerciales.
Hablamos con Sebastián, integrante de la asamblea que, democráticamente, decide todo lo relativo a la organización del evento y nos cuenta que: “Al principio la FLIA era una contra feria a la Feria del Libro. Se instalaban puestitos enfrente de la Feria, como una forma de decir que hay otra forma de hacer circular los textos que las oficiales, las editoriales. Después de la segunda o tercera, dejó de ser contra-feria y pasó a ser una Feria Independiente. La idea del espacio es que pueda participar cualquier persona que escribe, dibuje, haga canciones, películas, y que pueda hacerlo con las puertas abiertas, sin ningún tipo de limitaciones estéticas, sin ningún requisito económico. No se les cobra a la gente por poner su puesto, simplemente lo ponen, ni se cobra a la gente entrada, eso es una política”
¿Qué los lleva a dedicar tiempo y energía en este espacio?
“Básicamente surgió de un grupo de gente que se dio cuenta que estaba haciendo algo en común, con la que compartís las ganas de hacer algo. Desde mi lugar, creo que lo motiva a todos acá en el fondo es el deseo de escribir, de pintar, de diseñar, de hacer películas o música, y después, toda producción artística requiere una circulación y los que estamos acá quisimos encontrar otra forma de circulación distinta de la que está dada, la que está dicha. Si vas a una editorial, esperan que vos hagas algo que ellos creen que la gente quiere leer, y yo no se si es eso lo que la gente quiere leer.”
¿Consideras que espacios como este se pueden hacer desde la alegría, o tiene más que ver con sentirse atrapados por un mundo difícil, opresivo, complicado?
“Y, mirá, mi sensación cuando estoy acá es la de estar en el lugar que tengo que estar, en el momento en que tengo que estar, siento mucha alegría cuando estoy en la FLIA, te diría que soy feliz. La última A de FLIA, también puede significar “amiga”, porque hay mucha camaradería, te cruzas con gente con la que por ahí te viste un par de veces en otros espacios y te das un abrazo, te colgás charlando, te tomas una cerveza, es un espacio de vínculos, totalmente.”
La conversación, risas y encuentros resurgían en cada puesto. Con mucho por recorrer y de lo más variados. Feria que tiene algunos libros que parecen ser especialmente populares y que se observan varias veces en las distintas mesas. Cuando uno se cansa de caminar, puede dirigirse a la parte trasera del galpón donde se exhiben espectáculos de poesía, musicales, pequeñas actuaciones que intentan sacudir el alma de los que tenemos ojos y oídos para acompañarlas.
En algún momento, el tiempo se acaba y se hace la hora de pegar la vuelta. Me despido de algunas personas que conocí, esperando volver a verlas. Pero las vuelva a ver o no, me voy con la certeza de que hay impresiones que quedan y aires de libertad que se respiran, que hacen que luego de ciertos sucesos, un poquito de nosotros no vuelva a ser igual.
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